jueves, 11 de marzo de 2010

Marrakech - Desierto

Marrakech

Día 0: Trabajo desde las 08:30 a las 19:00 parando 30 min para comer un bocadillo, a las 19:30 a casa, preparar la mochila, cenar y viaje a Madrid conduciendo, durante el viaje bebiendo mate que había preparado Lorena.

Con el Mate, me mantengo despierto de sobra todo el camino conduciendo, se me va el sueño del todo, lo malo es que por la misma razón, más adelante no podré dormir bien en el avión el viaje de ida, el día siguiente será largo y duro, pero con las ganas que tengo, eso será lo de menos.

Día 1: Coger el avión, llegar a las 07:30 a Marrakech sin dormir más que un rato mal en el avión.

Todo el día caminando por Marrakech, la torre de la Mezquita Koutoubia, el tráfico caótico, el zoco, La plaza Jemaa el-Fna, comemos en un bar de currantes de Marrakech pollo, lentejas, albóndigas y pescado, vemos un policía que en vez de dirigir el tráfico está en el centro de una rotonda hablando con un peatón mientras se produce el caos de tráfico, zoco, té tomando un descanso

Visitamos las Tumbas Saadíes (la tortuga que allí vive, representa la calma que reina en este sitio en el interior de la medina, donde fuera hay un caos enorme, las tumbas se encuentran en unas salas con las columnas y los techos tallados en escayola y madera)

Vamos al Palacio, como ya me he aprendido el mapa (eso pensaba yo, jaja), nos metemos por unas callejas estrechas buscando el paso hacia el palacio, es una trampa que les he tendido a los compañeros de viaje, porque  mí me encanta perderme por esos sitios, y sorprendentemente, la sensación que tenemos todos por las callejas es de que no hay ningún tipo de problema de inseguridad por meterte por un sitio fuera de los reservados a los turistas en Marrakech. Parece que mi sentido de la orientación no es tan malo, y finalmente salimos del laberinto de callejas casi directamente a la entrada del palacio.

Continuamos por el palacio Palais El Badi y allí encuentro a la cigüeña del demonio, nada más entrar, me pongo a leer un panel explicativo en pleno patio y de repente una cigüeña me tira una rama de su nido que por poco me cae a la cabeza, no contenta con eso me tira una segunda rama que tengo que esquivar, me planteo subir escalando y pegarle una paliza a la puñetera cigüeña, pero desisto, la voy a dejar tranquila por el momento, pero si nos volvemos a ver…

En una sala está el trono del rey de Marrakech, made in Spain. El rey de Marrakech antes de conquistar la ciudad, mandó construir el trono a los artesanos de Granada que lo construyeron y lo enviaron por piezas a Marrakech, y una vez allí, el rey tomó posesión de la ciudad y se construyó el palacio inspirado en La Alhambra. El trono es como una escalera enorme de más de 2 metros de altura tallado completamente en madera, es una currada impresionante del artesano de Al-Ándalus.

Visitamos los subterráneos y después nos sentamos en medio del patio a descansar un poco, -Bueno, cuando queráis – es la frase que repetimos los 4 a intervalos de 1 minuto sin que nadie mueva ni un dedo, hasta que todos nos echamos a reír y nos movemos por fin.

Intentamos entrar en una mezquita y solo permiten musulmanes, subimos a la plaza y de camino pastelería, especias, compro tetera y vasos, más zoco, cenamos en la plaza, músicas y gentes, vuelta al hotel y ducha.

En cuanto al comercio, todo es mentira, en Marrakech todos mienten, sobre todo a los turistas, de forma que tú sabes que te están engañando y ellos saben que tú lo sabes (en caso de que te vean dudar y piensen que te lo crees todo, te lo hacen saber, indicándote que tienes que negociar porque lo que te piden no es lo que realmente valen las cosas). De esta forma, la vida se convierte en un juego que consiste en ver quién es el que consigue aguantar más tiempo con su mentira. En este juego de engaños te invitan a jugar y esperan que tú respondas. Si no respondes como debes, terminan enfadándose, bien sea porque no quieres entrar en el juego y accedes a lo primero que te piden o porque exageras demasiado tu posición y no das tu brazo a torcer.

Creo que en Marrakech, éste comportamiento se aplica continuamente al devenir diario de los comercios de la ciudad y sobre todo en el zoco, ha pasado a formar parte de todos los aspectos de la vida, y quizá sea esta posición la que lleva a la ciudad a ser un absoluto caos circulatorio donde te encuentras en un trozo de calle durante 1 minuto: una carroza de caballos con turistas, dos taxis, cuatro motocicletas con gente sin casco e incluso hasta 3 personas montadas en la misma moto (padre, madre e hijo de 2 años montado en el manillar), 7 u 8 bicicletas, un carro tirado por un burro cargado con mercancías para el zoco, un autobús urbano,  peatones cruzando por cualquier lado… y como dijo Héctor, incluso a papá Noel con su trineo tirado por renos. (Al final te adaptas al caos para conseguir cruzar las calles). La idea de que todo es mentira en este caso se refleja en que nadie respeta las señales ni las normas mínimas de circulación, cada uno va a lo suyo y espera que el resto haga lo mismo, por eso a pesar de todo hay tan pocos accidentes (increíblemente no vimos ninguno). Nadie cree que el resto vaya a circular correctamente y se juega de igual manera a intentar ver quien aguanta mejor la mentira. Ellos están tan acostumbrados a esta forma de vida, que siempre consiguen parar a tiempo su mentira, saben hasta donde pueden llegar y cuando hay que ceder.

El caos se convierte así en un juego y una forma de vida caótica en apariencia, cobra significado y complejidad al plantearse como premeditada.

Desierto

Día 2: Despertar a las 07:00, desayuno a lo bestia y comienza el viaje al desierto.

En el Microbús, nos juntamos  15: 6 españoles, 4 ingleses, 3 italianos, 2 franceses que solo hicieron parte del camino y el conductor: Mohamed.

Caos de tráfico en Marrakech, paradas cada poco, compro huevo de volcán, una parada para pagar el viaje a mitad de camino, paradas para comprar, mirar, fotografiar, desayunar, almorzar, comer (cruzar el rio en burro, esta vez nos intentan timar a lo bestia y nos quieren cobrar 15€ por cruzar el río, no cuela y cruzamos en burro ida y vuelta por 2€, pero a la vuelta el burro se había ido y cojo otro, por lo que solo pago un viaje y al bajarme del burro aparece el primer “conductor de burro” y se pone a discutir con el otro a gritos “esos atontaos eran míos capullo, que me has robao la pasta que me iba a ganar” – es mi interpretación libre de los gritos en árabe que se oían a lo lejos. Tras cruzar el río podemos ver un palacio fortificado completamente construido en adobe, impresionante, por supuesto intentan timarnos de nuevo diciendo que para visitar el pueblo tenemos que pagar un guía y como no hacemos caso, el chico se enfada y se va). Nos montamos en el autobús y vamos a comer, cuando pensamos que tenemos como 1 hora de camino al sitio donde vamos a comer, andamos 300 metros con el autobús y nos baja en un restaurante de al lado, jejeje, que majo este Mohamed.

Volvemos al bus, parada a merendar y a comprar agua y según dicen un turbante totalmente necesario para el desierto (creo que alguien sí se lo creyó y compró, nosotros con el agua suficiente, ya que nos duró hasta el aeropuerto de vuelta 2 días después), viaje en camello, en las jaimas cenar, bailes, fuera el cielo espectacular, se ven las estrellas como nunca y a dormir masticando arena.

Día 3: Vuelta del desierto desayuno de pan con mantequilla y mermelada y té, viaje en camello, Mohamed, paradas a almorzar (ommelette berber  o huevos con tomate para los no iniciados en el francés de Marruecos como yo mismo, y té), a comer en los estudios de cine, nos resulta un poquito caro por lo que nos vamos al pueblo y comemos un bocadillo de ensalada y atún con patatas, hay una casa derrumbada en el pueblo, que al ser de adobe se ha convertido en un montón de tierra.

Vuelta a la carretera, parar de vuelta al pasar el puerto en un mirador y después en un bar (el del desayuno del día anterior), vuelta a Marrakech, al hotel a ducharnos y a la plaza.

Todo lleno de gente, decidimos bajar a los restaurantes chulos que vimos el viernes, llegamos a tiempo para ver a las bailarinas, los 3 chicos nos quedamos con la boca abierta y éramos incapaces de pensar en la cena, tanto que se nos olvidó para que habíamos ido allí. Cuando se los pasó la tontería, la cena estuvo muy bien, tomamos vino gris muy bueno y los platos estaban muy ricos, eso sí el servicio dejó algo que desear, creo que pensaron que con esas pintas que llevábamos no merecíamos mucho la pena, hay que decir que veníamos del desierto ese mismo día, así que no me extraña mucho. Después de la cena, vamos al pub de al lado a beber un Gin-Tonic en la terraza con vistas increíbles a Marrakech, taxi y vuelta al hotel a dormir.

Para mí la mejor experiencia del viaje al desierto fue el viaje en sí, porque pudimos ver unos paisajes impresionantes cruzando el Atlas y sobre todo conocer los pueblos de las montañas en las paradas que hizo el bus. Durante el viaje realmente se puede observar la vida de la gente de marruecos en los sitios no turísticos, las casas comunes de adobe, la gran cantidad de construcciones a medio hacer, la gente que te encuentras perdida en un monte sola, meditando, la tranquilidad con que viven la vida cotidiana y el ajetreo de los mercados, que visto desde fuera parece tan opuesto…

Día 4: Madrugar para salir al aeropuerto, retraso por pista de barajas de 30 min, al llegar a Madrid otros 20 min dando vueltas antes de aterrizar, después atasco de 30 min a la salida de Madrid por accidente, obras y camión averiado, al fin salimos de Madrid. La mitad del camino nevando, así que después de venir de Marrakech a 20 grados y llegar a Madrid a 2 grados, tanto rato nevando, ya no sabemos si estamos en España o nos hemos pasado de largo en la carretera y estamos llegando a Siberia. Por fin llegamos a Zaragoza.

2 comentarios:

  1. que chulo!!! ¿Dónde están las fotos???

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  2. Tranquila que todo llegará, aún me falta recopilar unas cuantas para seleccionar las que subo.

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